Dicen que ya no se lee, pero se publican miles de libros al año.
También dicen que el rock está muerto, pero los festivales están llenos de guitarras eléctricas.
Que sí, que no es lo mismo.
Lo sé.
Pero deja que te cuente una historia.
En 2016 leí una frase en un libro que decía:
«Todo está jodido, y eso está bien».
Para entonces, yo vivía en Varsovia.
El libro era «El sutil arte de que todo te importe una mierda» y la frase llegó como un recordatorio para dar otro giro a mi vida, dejar un trabajo de mierda y saltar al vacío y vivir de la escritura.
Más que nada, porque, para alguien que se comió la crisis de 2008 en pleno esplendor, la frase era una señal, no una catarsis.
Cero garantías.
Siempre he dicho que hoy es el mejor momento de la historia para vivir de la escritura porque puedes llegar a miles de lectores potenciales sin intermediarios.
Pero, fácil no es.
Ni antes, ni ahora, ni lo será en el futuro.
Porque, para llegar, hay que vender y, vender, es otra cosa.
Oscar Wilde fue un dandi.
Emilia Pardo Bazán también.
O Valle-Inclán, con su barba, su capa, su biografía falsa, los cigarrillos egipcios y las salidas de tono que pegaba.
Luego estaba la obra.
Umbral aprendió la lección y lo copió. Y así, muchos, que hicieron al personaje parte de la obra, guardando ese «misterio» que atrae, en lugar de repeler.
Las redes sociales se han cargado esto.
Con tanto mostrar y demostrar, hemos dejado poco espacio a la imaginación…
Verás.
Hace unos años, estaba en Musso & Frank Grill de Hollywood Boulevard, en Los Ángeles, con varias personas más, esperando a que nos dieran una mesa.
El restaurante era un sitio clásico, de madera y con solera, del que había leído en las novelas californianas, donde Harry Bosch paraba a cenar o en alguna película de Tarantino.
Por supuesto, estaba inmerso en un párrafo de prosa viviente.
Éramos un grupo de unas siete u ocho personas, todos relacionados con la escritura, el guion y el cine.
Así que allí estaba yo, en Hollywood Boulevard, pidiendo una milanesa, un martini seco y una fuente de patatas fritas, cuando eché un vistazo a mi alrededor...
...y me di cuenta de que estaba pagando la inocentada del turista.
Bueno.
A veces, sucede.
Sarna con gusto, no pica.
Y es que, cuando hay una mitología detrás, el producto se vende solo.
De eso, Dalí sabía bastante.
Este fin de semana pasado, lejos de acercarme a la costa y a los chiringuitos con reguetón, conduje a la campiña provincial a modo de recarga.
Y lo he pasado respirando aire puro, leyendo a Capote, bebiendo botellas de Monastrell, cocinando arroces, durmiendo siestas y viendo las estrellas por la noche en la mejor compañía.
No soy un dandi.
Tal vez una estrella del rock frustrada.
Puede ser.
Pero tengo claro que mis historias beben de lo que vivo, y por eso las disfruto.
De lo contrario, no tendría sentido escribirlas.
Antes de marcharme al campo, terminé el borrador de mi próxima novela.
Ahora toca corregir.
Puedes reservarla antes de que salga.
Cuídate.
Tuyo,
Pablo
PD: estoy respondiendo todos los correos, poco a poco, por fecha de llegada.
PD2: No volvería a cenar en Musso & Frank Grill (beber, quizá sí).
PD3: el libro, arriba.